Lost all


Todo se ha perdido. Y es que, te han hecho tanto daño, que no sabes si soltar el metal incandescente que aferras con fuerza en tu mano, o seguir así, quemándote, sintiendo el ardor del fuego en tu carne viva, abrasándote la mano, consumiéndose lentamente dentro de tí, cocinando tus heridas...
Sabes que si lo sueltas el alivio no será instantáneo, que tendrás que sentir durante un tiempo ésa insufrible herida, que te dolerá cada vez que tomes algo con tu mano mutilada, con ésa mano que hacía un momento agarraba aquello que tanto te dolía pero que sin embargo no querías soltar. Sabes que si lo sueltas te quedará una horrible cicatriz, que si lo sueltas jamás podrás coger ninguna otra cosa igual, siempre sentirás el roce de la cicatriz, te acordarás de todo esto, y te dolerá más que cualquier mutilación, amputación, más que cualquier dolor inmundo, más que cualquier salvajada física. Más que la misma agonía. Aunque sea eterna.

Y tienes miedo. ¿Quién no ha sentido miedo alguna vez? Te encuentras solo, es cierto. Pensabas que las cosas serían distintas, y mírate, encadenado, luchando contra la fuerza de la gravedad, aferrándote a todo lo que te queda.
Porque, no te queda nada. Nada que desde luego tú no consideres. ¿Qué vendrá después? El futuro no es más que una túnica que luce el miedo, un modelo más en la pasarela de las angustias, de las torturas. Nadie te ha invitado y estás ahi, contemplando cómo un par de modelos, ambos súper similares cruzan una y otra vez la misma pasarela, con ésa sonrisa arcaica, con ésos ojos enigmáticos, llamándote una y otra vez.
Los conoces, son el dolor y la pasión, caballos irascibles del carro alado de Platón. Luchándo contra lo bueno, contra lo virtuoso, y en un descuido, el carro emprende una desenfrenada caída hacia lo desconocido, hacia el abismo.

Has visto al amor morir en incontables ocasiones, cuando éste merecía estar vivo. Te has visto llorar en incontables ocasiones, cuanto tú merecías estar vivo. Has visto tantas cosas, y ahora te encuentras hiriéndote a ti mismo con el mismo arma de doble filo, el cual días antes sabías que era peligroso. ¿Qué ha pasado pues? Has desestimado al afilador. Te has pensado que de esos dos filos, uno se desgasta.
El cuchillo siempre dará muerte cuando tenga que darla, aunque sólo quede el mango.




Y es que, te cuesta hasta respirar. No sabes por dónde empezar. Sabes que un movimiento en falso y se te cae abajo el castillo de naipes.

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