Wine, blood and salt.


"And watch my purple sky
flying over me"




Mentiras. No sabes si son todo mentiras. Te cuesta creerlo, pero si es así, Te cuesta decidirte si te gusta o no creerte sus mentiras.
¿Cómo se es capaz de mezclar palabras y conceptos, sin antes limpiarlos?
No puedes bañarla con pétalos de rosa, para luego sacarla por la ventana, llevarla a la barandilla del puente, y empujarla, mientras dejas que se aferre al borde.
Con los pies colgando, y el viento azotando las plantas descalzas, las lágrimas rodando por su cara, y las preguntas flotando en el ambiente.
Creerle. No creerle. ¿Estás en tus cabales?
No reconoces sus ojos, no comprendes su mirada.
No puedes entender qué es lo que te está diciendo.
Dentro de su cabeza, no hay nada, es un mar enbravecido, el barco se está hundiendo y los tripulantes mientras se hunden escriben sonetos enrevesados y se los mandan a la boca en aviones de papel.
Verdad. Habla y habla. Aviones de papel que sobrevuelan la estancia. Famosas últimas palabras.
Cerrar las frases con un broche de vino, sangre y sal.

Y lloras. Porque no entiendes qué está pasando. El porqué de ese mar enbravecido. El porqué dejarles morir. No hay control, el timón está roto.
Tranquilidad antes de la tormenta. La voz no acompaña a los truenos, su hilo musical no sobrepasa el volumen.
Olas acariciándote.
El pelo de Venus naciendo de una concha.
Sus dedos rastrillando la espuma del mar.

Se parte el palo de mesana. Astillas sobrevuelan el cielo. Y los pájaros tocan el arpa.
Marineros que se ahogan, gritan, escriben sonetos.
Pero antes...la calma.

¿Has entendido las últimas palabras? Te preguntas si será posible. ¿Una amenaza pacífica con tintes futuristas?
Pero antes...el amor.

Y sale el sol...y el silencio. En su cabeza el sol ilumina un cielo sin nubes, de color azul grisáceo, como los ojos tristes, que alumbran el último mástil de un barco que se muere, herido.

Pero una pequeña barca se dirige a la orilla. Lleva un corazón un poco deshinchado, preocupado, pero de un color vivo, con ganas de sobrevivir. Se tiran sobre la orilla. Respiran bocanadas amplias de aire.

Te toca decidir cómo revivir todo lo muerto.
Reconstruye el barco.


Asegúrate de que no haya más pájaros, soles escondidos, vino, sangre y sal.



To you, who deserve it, I'd love you the first



"Será el tacón...
Mejor no hablar"



El sentido del tacto es el más reconocido. Sientes la suavidad, las asperezas, el relieve; sientes dolor, cuando te cortas con una hoja de papel, cuando te pinchas con una aguja al coser. Pero también sientes con el pecho, y con la cabeza. Ambas no sienten de la misma forma. Normalmente, cuando sientes con el pecho, es una sinrazón; está ahi, lo sientes, pero no tiene motivos para serlo, sentir con el corazón es un sentir "para el después". Sólo después, sólo cuando pase, ésa sinrazón cobrará veracidad, se volverá verdadera, y entonces un soplo de viento te susurrará al oído: Te lo dije.
Al igual que tu cabeza te lo dice cuando siente. Hay motivos, de sobra, pero son invisibles. Existen, pero no los percibes. Como ves, corazón y cabeza se intercambian muchos sentimientos, cuando uno se cansa de que no lo crean, se inventa los motivos, y se los regala al otro. No recibe méritos el corazón por regalarle sus corazonadas a la cabeza. Sin embargo lo hace en un acto desesperado, muchas veces te cansas de sus sentires y decides no hacer caso. Y es entonces cuando actúa.

No puedes bajar la guardia nunca. Debes vivir con fuerza, respirando los cristales de hielo que te lanzan por el camino. No vale suspirar y tirar adelante. El corazón y la cabeza, cambiando cartas te piden que las pongas sobre la mesa.
Las promesas están para cumplirlas, pero eso no quiere decir que una vez cumplidas deban de ser olvidadas. Pueden ser renovadas, recicladas. Las batallas se construyen con promesas, se ganan con estrategias y se vencen con rabia.

No puedes cansarte de un corazón que vendería hasta el último pedazo de sus ventrículos por cada uno de tus pasos. No puedes dejar equivocarse a alguien que sin miedo se apareció desde Brasil.
Tampoco puedes dejarte caer, pensando que has dado hasta la última de tus ilusiones y esperanzas, porque nunca se acaban, y hasta que el soldado no muere, no se acaba la batalla.



Y, por muy herido que se esté, las muletas son para andar, y el corazón y la cabeza para obedecerlos.