Spider.


"Say Goodnight, don't be afraid...
sweet raptured light
it ends it tonight,,,"

La seguridad de los sueños se encuentra con el inconveniente de que tiene un precio impagable. Las dudas, todas aquellas sombras que no nos dejaban dormir, se volvieron blandas, y de cristal ante el puño certero de las pequeñas lunas blancas que se transportan alegremente, por una laringe, empujadas por un pequeño riachuelo de agua.
Congelas el corazón, aún a sabiendas de que otra sacudida se acerca. Tu estómago pide clemencia, y tus ojos piden auxilio ante un ahogo inminente. De nuevo, tu corazón se está muriendo, y el tiempo no volverá a perdonarte.
¿Cuánto tiempo? ¿Cuánto tiempo en lo más fondo de la negra tristeza?
No habrá líquido capaz de diluirla.
Aguantas el tipo. Respiras hondo, y miras al cielo. "Aguantaré". Tu estómago vuelve a darte señales de vacío. Sólo hay una escapatoria.
Te preparas. No debes dejar que te invada la pena, y comienza a salir la luna. La vía láctea es cristalina y transparente y se desliza desde el interior de un vaso. Poco a poco, la luna es luna nueva.
Y durante unas horas, ganas la partida, y estás seguro, dentro de tu cabeza, donde nada, ni nadie, puede dañarte, y la pesadez de tus brazos se traduce en la comodidad de una nube.

La araña. Se te envenena la sangre cuando piensas en ella. La maldita araña. Desearías con todo tu ser pisarla, maltratarla, darle una lección. Quieres tener un bidón de gasolina y quemarla, oírla suplicar, gritar, mientras la combustión la va arrastrando a la eternidad lentamente. Pero la araña sigue ahi, y te supera. Te sientes inferior, miserable. Teje y teje su tela, y está dispuesta a comerse a su presa.
Y te desesperas. Intentas averiguar más sobre la araña, cómo destruírla, o si incluso lo único que pretende es inquietarte con su negra sombra que se clava en las esquinas de cada uno de tus sueños.
Haces estupideces. Y sigues dudándo. Quieres matar a la araña, pero la tela no se rompe, y no te decides a actuar.

Tu autoestima queda profundamente minado, y de repente, ya no queda nada capaz de amar a tu imagen. Los espejos se marchitan. Te ves en blanco y negro, deseándo borrarte de la faz del planeta.

Todo ello por su culpa. Por culpa de la araña.


Y una noche más, un somnífero bajará por mi garganta, cual minero sediento de oro, plata y diamantes, en busca de la guarida de aquél horroroso ser que se cuelga poco a poco desde el techo, con destino mi corazón....

1 comentarios:

  Anónimo

25 de diciembre de 2009, 4:48

¡¡¡¡ESCRIBE!!!!!!